En la observación de sí, es menester distinguir entre los eventos exteriores y los estados interiores y observar dónde se está situado, tanto en relación con el estado interior como con la naturaleza del evento exterior. Los eventos exteriores son de cualquier clase. La vida exterior no es una suave hoja de papel sobre la cual nos arrastramos como hormigas. Está llena de sierras y valles, de buen tiempo y mal tiempo. Esta es la naturaleza de la vida pero, por regla general, todos los sucesos que consideramos excepcionales, o al menos desagradables, son la enfermedad, la guerra, etc. La vida es una serie de diferentes acontecimientos que se suceden, en mayor o menor escala, y salen al encuentro del hombre, y cada acontecimiento posee su naturaleza especial. Y los estados interiores son asimismo de distinta clase. Todo el trabajo personal se refiere a los estados interiores y ya habrán oído hablar de los estados equivocados que. es preciso modificar y no identificarse con ellos. Si ustedes trabajan sobre estos estados equivocados y tratan de apartarse de ellos, entonces los sucesos desagradables de la vida no los tocarán, por así decirlo, con tanta facilidad, y no les extraerán su fuerza. Los eventos son influencias que cambian a cada momento en sus variadas combinaciones; algunos son mejores que otros, pero en este nivel inferior del universo donde estamos todos deben aceptarse conscientemente, aunque algunos de ellos son muy peligrosos y es menester no identificarse con ellos de ninguna manera. De lo que se acaba de decir, queda claro que se debe considerar la vida como una sucesión de estados interiores, y una verdadera historia de nuestra vida debe ser una historia de esos estados y en especial de nuestras emociones negativas.
Vivir empero en
este amplio mundo interno sólo accesible a cada persona a través de la
observación de sí y siempre invisible a los demás es el peor crimen que se
pueda cometer. Por eso este trabajo empieza con la observación de sí y el
descubrimiento de los estados equivocados en uno mismo y con el trabajo para
contrarrestarlos. De este modo la vida interior se purifica y puesto que ella
atrae nuestra vida exterior, debido al cambio de nuestros estados interiores,
al no alimentar a unos y al alimentar a otros, alteramos asimismo no sólo
nuestra relación con los eventos provenientes del exterior sino también
con la naturaleza de los eventos que nos llegan día tras día. Sólo de este modo
podemos cambiar la naturaleza de los sucesos que nos ocurren.
No podemos
cambiarlos directamente, pero podemos cambiarlos a través de los estados cambiantes,
es decir, empezando a poner orden en la desordenada casa donde vivimos. No son
los sucesos cotidianos los que tienen importancia como haber perdido algo o que
algo le haya ido mal o que alguien lo haya olvidado o le haya hablado con
grosería, sino su reacción a todos ellos, es decir, en qué estado de sí estaba
usted, pues es allí donde radica su verdadera vida y si sus estados interiores
eran apropiados nada en la naturaleza de los estados exteriores puede
dominarlo.
Trate pues de distinguir, como ejercicio para vivir más
conscientemente, entre los estados interiores y los eventos exteriores, y trate
de enfrentarse con cualquier suceso exterior, después de haber observado su
naturaleza, con la actitud interior apropiada, con el estado apropiado. Si no
puede, reflexione luego acerca de ello. En primer lugar, trate de definir la
naturaleza del evento y observe si ese género de evento le sucede a menudo y
trate de examinarlo más claramente en términos tales como "Esto se llama
llegar tarde" o "Esto se llama perder cosas" o "Esto se
llama recibir malas noticias" o "Esto se llama sorpresa
desagradable" o "Esto se llama trabajo duro" o "Esto se
llama estar enfermo". Empiece de esta manera sencilla y pronto verá cuan
diferentes son los sucesos personales, y cómo nuestra vida exterior está
cambiando todo el tiempo, y lo que no podía hacer en cierto momento, lo puede
hacer en otro. Porque los eventos se asemejan al abrir y cerrar de las puertas.
Entonces será capaz de ver, respecto de los pequeños sucesos de la vida
cotidiana, qué eventos fueron parcialmente provocados por usted, y qué eventos
son accidentales, y así sucesivamente. Luego reflexione sobre su estado y en
qué estado se enfrenta usted con algún evento característico y si ese estado es
el instrumento apropiado que es preciso usar, el billete apropiado que es
preciso ofrecer, el método idóneo que es preciso emplear para ese suceso.
Respecto de muchos eventos es menester aprender a ser pasivo, por
ejemplo, no reaccionar en absoluto, no hacer nada. Mas la pasividad exige una
fuerte actividad interior de conciencia, para impedir que cualquier reacción
mecánica tenga lugar cuando el evento, al entrar como una impresión mecánica,
toque la maquinaria puramente asociativa de la mente y el sentimiento que
equivocadamente consideramos como nosotros mismos.
Maurice Nicoll
Vol. I
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