EL DESEO
Si observo todo el proceso del
deseo en mí mismo, veo que siempre hay un objeto hacia el cual mi mente se dirige en busca de más sensación,
y que en este proceso hay involucrada resistencia, tentación y disciplina. Hay percepción, sensación, contacto y
deseo, y la mente se convierte en el instrumento mecánico de este proceso, en
el cual los símbolos, las palabras,
los objetos, son el centro en torno del cual todo deseo, todos los empeños,
todas las ambiciones se erigen; y ese
centro es el “yo”. ¿Y es que yo puedo disolver ese centro del deseo, no un
deseo ni un apetito o ansia en particular
sino la estructura íntegra del deseo, del anhelo, de la esperanza, en la que
siempre existe el temor a la frustración?
Cuanto más me veo frustrado, mayor fuerza doy al “yo”. Mientras haya esperanza,
anhelo, existe siempre el trasfondo del temor, el cual, una vez más, refuerza
aquel centro. Y la revolución sólo es posible en aquel centro, no en la
superficie, lo cual es mero proceso de distracción, un cambio superficial que conduce a una acción dañina.
Cuando me doy cuenta, pues, de
toda esta estructura del deseo, veo cómo mi mente ha llegado a ser un centro muerto, un proceso mecánico de
memoria. Habiéndome cansado de un deseo, automáticamente quiero satisfacerme en otro. Mi mente experimenta
siempre en términos de sensación, es el instrumento de la sensación. Estando aburrido de determinada
sensación, busco una sensación nueva, que podrá ser lo que llamo “realización
de Dios”; pero ello sigue siendo sensación.
Ya me tiene harto este mundo y sus afanes, y deseo la paz, una paz que sea eterna; de suerte que medito,
domino mi mente y la disciplino a fin de experimentar esa paz. La experiencia
de esa paz sigue siendo sensación. Mi
mente, pues, es el instrumento mecánico de la sensación, de la memoria, un
centro muerto desde el cual yo actúo y
pienso. Los objetos que persigo son las proyecciones de la mente como símbolos de los cuales ella deriva
sensaciones. La palabra “Dios”, la palabra “amor”, la palabra “comunismo. la
palabra “democracia”, la palabra
“nacionalismo”, todo estos son símbolos que despiertan sensaciones en la mente,
y por lo tanto la mente se apega a ellos.
Como vosotros y yo sabemos, toda sensación termina, y así pasamos de una sensación a otra; y cada
sensación fortalece el hábito de buscar más sensación. De tal suerte la mente
llega a ser mero instrumento de sensación y
memoria, y en ese proceso estamos atrapados. Mientras la mente busque más experiencia, sólo puede pensar en
términos de sensación; y a toda vivencia que sea espontánea, creativa, vital, sorprendentemente nueva, ella la
reduce en seguida a sensación, y persigue esa sensación, que entonces se vuelve recuerdo. La vivencia, por lo
tanto, está muerta, y la mente llega a ser como las aguas estancadas del
pasado.
KRISHNAMURTI- de LA LIBERTAD
RIMERA Y ÚLTIMA
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