EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO
Un hombre que estaba viviendo
circunstancias bastante confortables fue un día a ver a cierto sabio, con
reputación de poseer grandes conocimientos. Le dijo:
- Gran
sabio, yo no tengo problemas materiales, pero aún me siento insatisfecho. Por
años he tratado de ser feliz, de encontrar una respuesta a mis pensamientos
internos, de estar en buenos términos con el mundo. Por favor; aconséjeme cómo
puedo ser curado de esa enfermedad.
El sabio contestó:
- Amigo
mío, lo que está oculto para unos es evidente para otros. Yo tengo la respuesta
a tu mal, aunque no es una medicación común. Debes partir de viaje a buscar al
hombre más feliz del mundo. Tan pronto como lo encuentres, debes pedirle su
camisa y ponértela.
Por lo tanto, este buscador
comenzó a buscar sin descanso hombres felices. Uno a uno, él los encontró e
interrogó. Vez tras vez, ellos dijeron: “Sí, soy feliz, pero hay alguien más
feliz que yo”.
Después de viajar de país en
país por muchos, muchos días, encontró un bosque en el cual decían vivía el
hombre más feliz del mundo.
Oyó el sonido de una risa a
través de los árboles, y apuró el paso hasta que llegó junto a un hombre que estaba sentado en un claro.
- ¿Eres el hombre más feliz del mundo, como
dicen?- le preguntó.
- Por
cierto que lo soy- le dijo el otro hombre.
- Mi
nombre es tal y tal, mi condición es tal y tal, y mi remedio, ordenado por el sabio más grande, es
usar tu camisa. Por favor, dámela. Yo, a cambio, te daré todo lo que poseo.
El hombre más feliz lo
miró de cerca y rió. Rió y rió. Cuando se calmó un poco, el hombre cansado, y
bastante disgustado por la reacción, dijo:
- ¿Estás
fuera de ti, que ríes de un requerimiento tan serio?
- Quizás
– dijo el hombre feliz -. Pero si sólo te hubieras tomado el trabajo de mirar,
habrías visto que no poseo camisa alguna.
- Y
entonces, ¿ qué hago yo ahora?
- Ahora
serás curado. Esforzarse por algo inalcanzable provee el ejercicio de lograr lo
que es necesario, como cuando un hombre junta toda su fuerza para cruzar un arroyo
como si fuera mucho más ancho de lo que es. Él cruza, ciertamente, ese arroyo.
El hombre más feliz del mundo, entonces, se sacó el turbante, cuya parte final
le tapaba la cara. El hombre cansado vio que no era otro que el gran sabio, el
que le había aconsejado en un principio.
- Pero,
¿por qué no me lo dijiste hace ya tantos años, cuando fui a verte?- preguntó el
hombre, desconcertado.
-
Porque entonces no estabas listo para comprender. Necesitabas
ciertas experiencias y ellas tenían que ser dadas de una forma que asegurara
que pasarías por ellas.
Anónimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario