El palacio de las Mil Flores
Había una vez un bello palacio de mil ventanas, en cada ventana
había una flor, por ello le llamaban el Palacio de las Mil Flores.
Todos los días se asomaba a las ventanas, una Princesa que
regaba cada flor, mientras un Ruiseñor posado en las ramas del árbol más alto,
cantaba al verla salpicar con agua una por una.
Un día la Princesa no se vio en las ventanas, ni al otro día, ni
al otro…
Las flores comenzaron a entristecer y el Ruiseñor ya no pudo
cantar, ante la tristeza de su corazón, se alejó volando hasta las profundidades del bosque en busca
de ayuda.
Dentro del tronco de un árbol antiguo, vivía un anciano muy
sabio, que conocía todas las respuestas de la vida y le dijo: debes reunir mil
ruiseñores, búscalos y llévalos al palacio de las Mil Flores, además de otras
secretas indicaciones.
Voló y voló por todos los bosques del mundo, pasó tiempo y cuando
el cansancio llegó al límite, encontró al último. A medida que se acercaban al
Palacio, iban formando una nube inmensa de infinitos colores, llegaron al lago
que lo rodeaba, bebieron su agua, y
saciaron la sed de cada flor.
Las flores resplandecieron de vida y se abrieron totalmente
esparciendo su perfume, despertando a la Princesa que, por olvidar equién era había quedado dormida.
Sus ojos se llenaron de asombro al ver al Ruiseñor transformarse en un bello Príncipe Azul.
Sus ojos se llenaron de asombro al ver al Ruiseñor transformarse en un bello Príncipe Azul.
Cristina Morey
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