Recordarse

Coordinación de Grupos *Acompañamiento Individual

*Consultoría en PNL

“En la acción de conocerse a uno mismo hay inteligencia.”

J. Krishnamurti



Ayaz y Mahamud

Ayaz era el compañero y esclavo del conquistador Mahmud, Monarca de Grazna. Había llegado a la corte como un esclavo mendigo, y Mahmud lo había hecho su consejero y amigo.
Los demás cortesanos estaban celosos de Ayaz y observaban todos sus movimientos con la intención de denunciarlo por alguna falta, y así ver su caída.

Un día estos celosos fueron a Mahmud y dijeron: “Sombra de Allah sobre la tierra. Debes saber que, infatigables siempre a tu servicio, hemos tenido a tu esclavo Ayaz bajo minuciosa vigilancia. Ahora te contamos que todos los días tan pronto como se retira de la Corte, Ayaz va a un cuarto donde a nadie, nunca se le permite entrar. Pasa algún tiempo allí, y después se dirige a sus propios cuartos. Tememos que este hábito suyo pueda estar conectado con un secreto culpable: quizá trama algo para matar a su Majestad.”

Por largo tiempo Mahmud se rehusó a oír algo en contra de Ayaz, pero el misterio del cuarto cerrado le inquietaba, hasta que decidió que tenía que preguntarle a Ayaz.
Un día cuando Ayaz salía de su cuarto misterioso, Mahmud, rodeado por cortesanos, apareció y ordenó que se le enseñara el cuarto.

“No”, dijo Ayaz.

“Si no me permites entrar al cuarto, toda mi confianza en ti, como persona leal y confiable habrá desaparecido, y en adelante nunca podremos seguir en los mismos términos. Escoge”, dijo el furioso conquistador.

Ayaz lloró, y después abrió la puerta del cuarto y dejó que entraran Mahmud y los cortesanos.

El cuarto estaba vacío. Todo lo que había era un gancho sobre la pared. Sobre el gancho colgaba un manto raído y con parches, un bastón y un tazón de mendigar.

El rey y su corte no pudieron comprender el significado de este descubrimiento.
Cuando Mahmud pidió una explicación, Ayaz dijo:
“Mahmud, por años he sido esclavo, tu amigo y consejero. He tratado de no olvidar mis orígenes, y por esta razón he venido todos los días a este cuarto a recordar lo que fui. Yo te pertenezco, y todo lo que me pertenece a mí son mis harapos, mi bastón, mi tazón y mis travesías por la faz de la tierra.

ANÓNIMO

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